El problema no es esperar, es pensar que el tiempo tiene que ir al ritmo de nuestros pensamientos, deseos y necesidades, y la ansiedad se genera cuando no toleras la frustración de que no esté pasando lo que quieres que suceda, es por eso, que hay que aprender a usar el tiempo de espera para relajarnos, para estar en el presente y dejar que el tiempo pase sin estarlo apurando.
Principalmente, que no estás en el momento presente, tu mente está pensando en lo que tendría que suceder, y no estás viendo lo que sí está sucediendo en medio. En todos esos momentos en medio de que suceda lo que esperas a que suceda.
Al no estar en el presente, y frustrarte porque no sucede lo que quieres que suceda, a tus tiempos, pues lógicamente que empiezas a tensarte, a apretar tu cuerpo y a experimentar ansiedad.
Por ejemplo, en la ansiedad, les digo mucho que hay que esperar a que pasen las sensaciones, pero eso es precisamente lo más difícil que puedo pedir, pues la espera es lo que carcome.
Así es que la solución está en saber qué hacer mientras que esperas, ya sea cuando esperas a llegar hasta a la caja en el súper, a que lleguen los resultados de tus estudios, la calificación de tu examen o que se disminuyan por sí solas las sensaciones de la ansiedad.
No se trata de estar ahí esperando, sino de ocuparte en algo productivo hacia tu bienestar mientras esperas.
Los momentos de espera son en realidad excelentes momentos para relajarte, conectar con tu cuerpo y con el momento presente, hacer una pausa en medio del ajetreo e ir hacia tu interior.
Por ejemplo, mientras que llegas a la cajera en la fila del súper, puedes aprovechar para sentir todo tu cuerpo, de pies a cabeza, puedes observar a las demás personas tratando de descifrar cómo se sentirán, puedes ponerte a pensar sobre algún asunto que traes pendiente en lugar de ponerte a pensar en eso antes de dormir)
Y una de mis favoritas, puedes aprovechar para relajarte.
Si mientras que esperas, te enfocas en cerrar tus ojos, relajar tu estómago, sentir tu respiración, descubrir tus sensaciones con curiosidad, visualizarte sintiéndote seguro, a salvo, protegido… recreando sensaciones positivas en tu interior, e inclusive, soñando despierto con algo que quieras que suceda… entonces, la espera, puede ser una dulce y sana espera.
Quizás como nuestra mente va muy rápido, nos gusta que así funcione la realidad, las situaciones y las personas, queremos que todo vaya a la velocidad de nuestras necesidades, a la mejor porque creemos que si no se cubre nuestra necesidad rápido estaremos en peligro, o porque nos consintieron tanto que nos hicieron creer en la inmediatez.
A veces cuando juego con mi hijo y veo que se frustra porque algo no sale rápido como quiere, le digo que aquí en la Tierra existe el tiempo, que no es como en el Universo donde él tan sólo pensaba algo y ya se manifestaba, pues me gusta pensar, que en algún momento teníamos el poder de pensar algo y manifestarlo en ese momento, de desear algo y tenerlo de inmediato, pero aquí en la Tierra, no funciona así, conlleva tiempo, esfuerzo, acciones y emociones como motor para esas acciones, para que algo pueda llevarse a cabo.
Hay muchas personas involucradas, muchas más situaciones que solamente nosotros generando algo en un momento dado, y es por eso, que sí es importante aprender a esperar, no nada más esperando, sino aprender a disfrutar de los momentos de espera.
Hay que ser conscientes de que vamos muy rápido, queremos hacer más cosas de las humanamente posibles en un mismo día, caemos en lo que ya te he platicado que es la productivitis, y queremos sentirnos satisfechos por optimizar el tiempo lo más eficazmente y lograr las mil cosas propuestas en un día.
¿Por qué no nos da satisfacción hacer una buena cosa al día? ¿por qué queremos hacer tantas e ir tan rápido? ¿contra quién o contra qué competimos?
Desde mi punto de vista, este dilema se soluciona reconociendo cuál es la actividad esencial de cada día, y enfocándote en que todo lo demás será un extra. Elegir quizás tres actividades principales en un día, y que con eso te des por servido.
En las mañanas me gusta hacerme mi agua con bicarbonato, sal y limón, un sabroso suero que hidrata y equilibra mi PH, pero a veces, me entran las prisas desde la mañana y siento que eso sería una pérdida de tiempo, y estoy ahí, partiendo el limón, con prisa, o bien, pasando rápido por la cocina porque no tengo tiempo de frenar a hacerme mi suero.
Y entonces me acuerdo, que yo soy dueña de cómo vivo mi tiempo, y que si hacer lo que es mejor para mi, lleva tiempo… pues tomaré el que sea necesario, e iré cosa por cosa, dedicándole el tiempo que necesito y quiero dedicarle, confiando en que eventualmente llegaré a hacer todo lo demás que quiero hacer.
Es así, que la desesperación y falta de tolerancia a la espera, tiene también que ver con el querer hacer mil cosas a la vez, en un mismo día, y realmente, no organizar bien el tiempo para que te alcance, dedicándole a cada cosa su debida atención, con calma, en la ejecución.
Muchas personas no logran ser constantes con los hábitos de auto cuidado, no porque no quieran sentirse mejor, sino porque esas actividades llevan tiempo, y se puede percibir como una pérdida de tiempo el dedicarle esos 20 minutos a los estiramientos, lo cual significa que en realidad, sientes que estás aplazando lo importante, esperando a que suceda lo que esperas que suceda en el día, impaciente.
Por eso, dedícale tiempo a tu auto cuidado, te lleve el tiempo que te lleve, te permitirá estar en mejor actitud y condición para hacer todo lo demás que quieres hacer en tu día.
Uno de los retos en la ansiedad, es esperar a que pasen las sensaciones y los pensamientos, precisamente porque son tan desagradables, queremos que se quiten rápido, y según tu nivel de tolerancia será tu cantidad de sufrimiento mientras que vives estas sensaciones y pensamientos.
En los momentos que te sientes mal, si tan sólo cerraras tus ojos y sintieras tu respiración mientras que esperas a que pase, te darías cuenta que realmente sí pasan, que sí es cuestión de tiempo. Pero creo que eso es precisamente lo que nos cuesta trabajo, esperar a que pase el tiempo sin hacer nada en específico, sin ponernos a buscar en Google si lo que tenemos es peligroso o no.
Esperar a que tu cuerpo te dé la respuesta, a que te des cuenta que no estuviste en peligro como lo pensabas, a dejar que los hechos hablen por sí mismos, a que pasen esos minutos... ese es el reto.
Y ya sabes, puedes esperar, puedes sentir las sensaciones y estar viendo los pensamientos negativos, mientras que relajas y sueltas... y eventualmente, pasará la espera.
Quizás lo que te molesta de esperar es el "no saber", no saber qué pasará, qué te está pasando, y si esto te sucede así, es probable que vienes acostumbrado a tener la certeza de las cosas para entonces sentirte a salvo y seguro.
Si tienes la creencia de "tengo que entenderlo todo para sentirme tranquilo", entonces, claro que la incertidumbre te hará sentirte en peligro. Pero no es así, puedes no saber muchas cosas y no por eso es un riesgo, o sea, el entender algo y el estar a salvo no siempre van de la mano.
Así es que lo que hay que tolerar es el no saber, el no entender, el no tener la respuesta, o sea, las sensaciones e inquietud mientras que no sabes algo.
Para eso ayuda mucho el paso 1 de Dale alas a la ansiedad, que es permitir y sentir lo que estás viviendo en ese momento.
La próxima vez que te encuentres esperando, relaja tu estómago y enfócate en cómo vas a disfrutar ese tiempo mientras transcurre, pon tu atención en el presente, observa a las personas y situaciones a tu alrededor, siente tu cuerpo, relájalo... muévete un poco... y aprende a sacarle jugo a la espera.