Muchos de los rasgos de ansiedad pueden ser originados en la infancia a partir de lo que vivimos o aprendimos del mundo que nos rodeaba.
Para superar la ansiedad es importante trabajar de manera integral y descubrir si tu mecanismo de vivir en alerta proviene de tu presente o de tu pasado. Si me preguntas a mí, desde mi experiencia como psicóloga un 90% de las personas con las que he platicado sobre su ansiedad han vivido o percibido que vivieron infancias difíciles, dolorosas o con eventos traumáticos.
Muchos de ellos no saben si quiera que lo que vivieron fue traumático, pero aún así, a partir de ciertas vivencias generaron creencias y estilos de enfrentarse a la vida y al estrés, que no funcionan y que generan ansiedad.
Obviamente que muchos de estos mecanismos y creencias son ocultas ante nuestra consciencia, creemos que “así es” y a veces no sabemos que hay otras formas. Por ejemplo pensamos que es normal vivir preocupado, anticipándote a todo o tratando de controlar hasta si la mosca vuela o no. Pero no… no es normal y en su mayoría de las veces provienen de situaciones límite o repetitivas que vivimos en nuestra infancia, que nos llevaron a ponernos a la defensiva, tensos, separados de nuestras emociones o con la necesidad de controlar todo a nuestro alrededor.
Como psicóloga, he encontrado que existen dos mundos terapéuticos que no tendrían por qué estar divididos pero a veces, desgraciadamente lo están; el mundo que se dedica a trabajar exclusivamente el pasado, y el otro mundo que ni si quiera lo considera.
Yo creo que ambas partes están conectadas, simplemente porque tanto pasado como presente viven dentro de nosotros, no somos personas divididas, el pasado sigue viviendo de muchas formas en el presente, y sí, es en el presente cuando hay que actuar y sanar, pero también es importante reconocer de dónde proviene la herida o la creencia y sanar.
Cabe aclarar que todo trabajo que hagas, ya sea en el pasado o en el presente, tendrán una repercusión en tu presente y que existen muchos terapeutas que como yo integran de manera positiva y funcional las diferentes corrientes psicológicas. Simplemente considero que no es necesario dividir o excluir, sino integrar todo lo que somos para sanar hoy.
Sí, nuestra atención está en mejorar nuestro presente, pero no tiene nada de malo irnos para atrás para sanar las experiencias que generaron heridas y estas a su vez, creencias que se manifiestan hoy como formas de interpretar la vida que nos generan estrés y cortisol.
Como sabrás yo estoy convencidisima de que para superar la ansiedad hay que irnos a las creencias básicas que tenemos sobre nosotros, los demás y el mundo- Desde la propuesta de Albert Ellis, fundador de la terapia racional emotiva, estoy convencida de la importancia de las técnicas de debate y la exposición progresiva, de la desensibilización sistemática y todos los mecanismos de la terapia cognitivo conductual.
Y al mismo tiempo estoy convencida de que la mayoría de las creencias disfuncionales que nos generan miedo y alerta en nuestro interior, provienen de nuestro pasado. Se originaron en momentos clave de nuestra vida cuando vivimos situaciones difíciles o traumáticas, ya sea de mucha intensidad y/o prolongadas por el tiempo. Se originan por lo que veíamos como ejemplo a nuestro alrededor, por lo que nos decían, por cómo nos hablaban.
Introyectamos el mundo exterior, o sea, nuestro mundo interior es un reflejo de lo que fuimos tomando de fuera. Así formamos nuestras ideas y creencias. Y en mi experiencia dentro de la terapia, ayuda muchísisisimo identificar esos momentos en la vida en los que llegaste a conclusiones equivocadas que hoy ya no te funcionan. Identificar esos momentos donde decidiste que era mejor bloquear y atrincherarte para irte a la razón que sentir el dolor que experimentabas.
Y que mientras te expones a enfrentarte a tus miedos, reconozcas que no estás en el mismo momento de vida de tu pasado, que ahora ya no es necesario defenderte.
Por ejemplo, en el caso de un niño que vivió bullying en su escuela y hoy tiene miedo a salir de casa por miedo a la burla o crítica de los demás. A la par que le dejaría hacer ejercicios de exposición, le pediría que se dijera a sí mismo que la calle no son los pasillos de la escuela, que las demás personas no son sus compañeros de la escuela, y probablemente le dejaría una visualización guiada para perdonar ese momento de su vida con hoponopono.
Integrar, unificar… creo que esa es la clave para sanar infancia en el presente.
Por ejemplo, si en mi casa había conflicto constante, discusiones y peleas… y un día visité la casa de una amiga donde todo olía rico y parecían cantar mientras hablaban como Mary Poppins, mientras que jugaba juegos de mesa y se abrazaban…entonces, en ese momento, concluí “mi familia es anormal… yo soy anormal”, “sí existe la familia perfecta, la mía no lo es”, “tengo que lograr que mi familia sea como esta”, “tengo que evitar que se den cuenta que no soy como ellos”.
Esto generó en mi una herida de humillación, vergüenza y miedo a que los demás descubrieran que yo y mi familia éramos anormales. Entonces me dediqué a poner máscaras y dar la imagen de que era igual de normal que los demás pero con la alerta constante de que descubrieran que no era así. Evitaba situaciones donde tuvieran que ir a mi casa y lo descubrieran, evitaba situaciones donde vieran a mis papás, inclusive me salía rápido corriendo de la escuela para que no vieran que hasta mi coche era diferente al de los demás.
Aclaro que todo esto no fue culpa de mis papás, no fue culpa de nadie. Simplemente llegué a esa conclusión en ese momento de mi vida. Y ese mecanismo me llevó a vivir con esa alerta. Fue gracias a que trabajé con esa creencia y que me expuse a ser vista, que pude superar el miedo. Fue gracias a que comprendí que no era la única que vivía así, y que todos somos diferentes… que mi familia era perfecta así como era y que las otras familias también tenían problemas, que me quité el miedo a ser diferente.
Pero esto lo logré sanando y perdonando mi pasado así como exponiéndome a la verdad desde mi presente.
Entonces, si te integro un poco más el panorama te diría que lo que sientes y lo que haces es la consecuencia de cómo interpretas la vida, y el cómo interpretas la vida es producto de una creencia, y esa creencia corresponde a algún esquema cognitivo que se formó en alguna experiencia previa.
Desde mi perspectiva, el esquema y la herida son muy parecidos. Por ejemplo, un esquema desde la terapia cognitivo conductual, es el del perfeccionismo, y a su vez puede ser una herida de humillación que te llevó a proponerte ser perfecto para que los demás no se burlaran de ti. Insisto, no estamos dividos, simplemente son perspectivas diferentes del mismo prisma.
Por eso es tan importante trabajar no nada más en el síntoma y la conducta, sino en lo que lo causa, y trabajarlo en conjunto: la herida y el esquema.
La tendencia a sentirte alerta y en peligro
Las heridas de la infancia tienen una relación con la ansiedad porque a partir de sentirnos heridos descubrimos que podíamos ser lastimados y que no estábamos completamente a salvo. En el momento que sentíamos este peligro inmediatamente nuestro cerebro mandaba la señal de alerta a nuestro cuerpo segregando tensión muscular y adrenalina, preparándonos para hacer algo frente a ese peligro.
El sobre analizar todo
Muchas veces probablemente no nos sentíamos capaces de enfrentar ese peligro, nos veíamos más chicos o débiles, y entonces generamos estrategias diferentes como callar, huir, racionalizar y separarnos de nuestras emociones, complacer o llamar la atención en exceso. Estas estrategias con el tiempo se convierten en rasgos de personalidad que nos mantienen actuando en base al miedo, impidiéndonos sentirnos a salvo.
La ansiedad anticpatoria
Además de esto si las heridas eran constantes pero al mismo tiempo impredecibles entonces nos generamos cierta ansiedad anticipatoria, duda y desconfianza ante la vida misma, pues no podíamos confiar en los adultos que nos rodeaban. Y como sabes, la falta de confianza tanto en ti mismo como en los demás, te debilita y te hace sentir vulnerable ante otros retos de la vida que en realidad los vives como peligro… tales como: crecer, comprometerte, ser papá, elegir o hacerte responsable de ti.
La culpa persecutoria
La culpa genera mucha angustia, y si de niño viviste situaciones de abuso, injusticia o humillación, lo más probable es que asumieras que algo habías hecho tú para generarlo. Así piensan la mayoría de los niños, no encuentran otra razón más que tener algo mal o haber hecho algo para que eso sucediera. Es ahí que se impregna la culpa en tu interior y con eso, te sientes incapaz de relajarte y disfrutar pues no puedes, tienes que pagar por lo que has hecho, no lo mereces.
Este mecanismo de culpa con el tiempo te llena de insatisfacción, duda y desconfianza en ti mismo y es ahí donde entra de nuevo el miedo y la ansiedad.
El haber sido un niño sobreprotegido genera que no supieras bien de qué eras capaz y que te enfrentaras al mundo con miedo. Esto obviamente que genera un miedo a separarte de las personas que te protegían, al mismo tiempo de sentirte ahogado o absorbido por ellos. De aquí es de donde sentimos las ganas de salir corriendo y ser libres al mismo tiempo que esto nos genera un profundo pavor.
El diálogo interior negativo
Es un hecho que la forma en la que los adultos nos hablaban se convirtió en nuestro diálogo interior. Si tu mamá te decía ya no te quejes que no te pasa nada, entonces… ahora de adulto si te sientes mal ¿qué te dices? ya.. no te quejes que no te pasa nada. E inclusive le agregamos “eso es de débiles” en caso de que alguien por ahí nos lo hubiera dicho también.
De nuevo, nuestro diálogo interior es una introducción de cómo nos hablaban cuando éramos niños.
El no saber qué sientes ni qué hacer con eso
Si de niños sentíamos algo extraño en nuestro interior y nadie nos decía qué era qué hacer con eso, ¿cómo vamos a saber ahora? por eso es tan importante saber que necesitamos aprender a tener inteligencia emocional, que rara vez se nos enseñó en la infancia y que ahora es momento de hacerlo.
Tener miedo a quedarte sólo
El miedo a sentir que necesitas alguien que esté ahí para cuidarte, así como cuando de niños nos sentíamos desprotegidos si nos quedábamos solos. Al no afianzarse bien la ansiedad por separación, al tener miedo al abandono por haberte sentido abandonado en tu infancia, entonces generas cierta codependencia con personas que sientes más fuertes que tú para que te cuiden en tus momentos de debilidad. Si bien es importante la compañía de otros y el sentir que recibes su apoyo, no es lo mismo a sentirte incapaz de estar sólo, así es que normalmente esto sucede por una especie de regresión a este miedo en la infancia.
El miedo a la vergüenza y humillación
Como te platicaba en el ejemplo, si viviste situaciones en las que llegaste a la conclusión que había algo mal en ti o que los demás no te aceptaban tal y como eres, entonces se genera en tu interior un miedo a ser humillado y esto tiene relación con la agorafobia y la fobia social.
El miedo a que le pase algo a tu familia
Este miedo tan común en el que sientes que tú tienes que encargarte de que toda tu familia esté bien es muy probable que se originó en la infancia cuando los cuidadores no fueron capaces de transmitirte seguridad y confianza, o bien, cuando estaban ausentes por mucho tiempo. La ausencia o poca capacidad de resolver de los padres hace que algún hijo, instintivamente, tome el lugar de “yo aquí cuido a todos”. Echando sobre sus hombros una carga que no le corresponde y que en el presente se manifiesta como “de mi dependen los demás”. Esto te genera una incapacidad de decir que hoy no puedes, de cargar con todas las responsabilidades y tener miedo inclusive de morir porque abandonarías a los demás y los dejarías “en peligro”.
Quizás podría decirte más síntomas pero lo que quiero aclarar con este post, es que no eches en saco roto el echar un vistazo a tu pasado para ver en qué momento se originaron estas estrategias que hoy te generan ansiedad. La ansiedad es la consecuencia de vivir en alerta, de querer controlar lo que sientes y sentir cosas producto de mucha tensión física, mental y emocional en tu interior. Y muchas veces esta tensión proviene desde que éramos niños y que teníamos miedo.
No tiene nada de malo sanar el pasado para vivir mejor el presente, sin dejar de lado todas las estrategias para enfrentarnos a nuestros miedos hoy, y mejorar nuestra vida, hoy.
Espero que este post te ayude para tener mayor claridad de por qué a veces te sientes como te sientes. Recuerda NO ECHAR CULPAS. Cada quien hace lo mejor que puede en cada momento, cada quien trae sus propias cargas y experiencias, y vamos siendo “víctimas” de consecuencias que vienen sucediendo desde hace mucho, a nivel familiar y social. No es culpa de tus papás y mucho menos es culpa tuya ni de tus hermanos ni de tu escuela o tus compañeros. Simplemente así pasó, y saber que mucho de lo que sientes se origina ahí, quizás te ayude a ver que no eres así, que no tienes por qué seguir repitiendo esos patrones y que hoy puedes empezar a actuar diferente para poder sentirte mejor.