La ansiedad normalmente viene acompañada de un aumento o disminución en nuestro apetito, cualquiera de las dos, el origen es emocional.
Porque la regulación de tus emociones está en el mismo lugar del cerebro llamado hipotálamo. Ahí se regula el hambre, la sexualidad y las emociones. Cuando tienes en tu cuerpo acumulación de emociones de temor o tristeza, se empiezan a alterar las otras funciones que regula el hipotálamo. Pues claro, está ocupado tratando de regular y mantener tus emociones equilibradas.
El que se te vaya el hambre de repente o te llegue repentinamente depende en gran medida de las sustancias en tu cuerpo como la glucosa y la dopamina. Normalmente el hambre se va cuando tu ansiedad está más relacionada con un estado de depresión, y tu hambre llega cuando predomina la ansiedad y la angustia.
La comida puede ser la forma en la que te dices a ti mismo “no vale vivir” o… “quiero llenar éste vacío”.
Cuando quieres llenar un vacío, se convierte en comilona, y lo que recibes es un momento pasajero de relajación y sentir que te distrajiste de lo que te preocupa.
La falta o ausencia de hambre tienen que ver más bien con la pérdida de placer hacia la vida o ese estado de acidez que acompaña a la depresión.
Es importante que sepas que los dos estados están entrelazados, y que es necesario una evaluación por un profesional para ver cuál es el inicio del dilema para poder resolverlo.
Por eso es que hay veces que te da por comer como loco, y después viene la culpa con su autolamentación y tristeza que lo acompañan. Para después, pasar un tiempo en el que se te olvida, sigues generando estrés dentro de ti, y vuelve a venir esta necesidad emocional de descargarte con la comida.
Es un ciclo vicioso en el que el cuerpo y la mente se entrelazan haciéndote sentir que no tienes fuerza de voluntad, culpable constantemente y con remordimientos por lo que comes.
No nada más nos da hambre con la ansiedad, el cuerpo pareciera que pide dulces y carbohidratos, chocolates, cosas que engordan. Y no es porque seas una mala persona que no sabe comer, es porque los niveles de glucosa en tu cuerpo disminuyen junto con la alteración de tus emociones, y necesita glucosa para recuperar su equilibrio.
Cuando sucede esto en nuestro cerebro, nos genera una sensación de tranquilidad y relajación, así es que físicamente realmente la comida te relaja, por eso lo haces.