¿Te sientes en una caverna por la ansiedad? Aprende a identificar tus sombras y libérate de las cadenas que te atan.
Platón fue un filósofo griego, que nos dejó muchas enseñanzas, entre ellas "El mito de la Caverna".
La primera vez que oí hablar de esto fue en el instituto, en filosofía. Aún recuerdo, cómo salí de aquella clase. Caminaba entre nubes saboreando todo lo que encontraba a mi alrededor. Con una nueva mirada que pronto olvidaría entre canciones románticas y moda.
La segunda vez que me impactó fue en la facultad. Estudiaba pedagogía y su análisis se centraba en cómo el sistema educativo era una gran caverna en la que desde pequeños, nos proyectaban ideas y normas sobre lo que debíamos hacer para convertirnos en adultos ejemplares. En aquella ocasión mi reacción fue de frustración y rabia. Me conectaban con el deseo de transformar todo el sistema educativo. Pero pasada la intensidad de la emoción, aquella utopía quedó en el olvido por exámenes y trámites burocráticos.
En esta ocasión me sigue impactando su mensaje y quisiera llevarlo a la ansiedad o más bien, a la libertad. Hoy si me quiero animar a expresar sus enseñanzas sobre cómo nos vamos creando nuestras propias cavernas y la forma en la que la ansiedad nos confunde para seguir inmersos en esa gran mentira.
Si no conoces el mito de la Caverna, te cuento brevemente de qué se trata:
El mito de la caverna va de unos hombres encerrados dentro de una cueva. Están atados por los pies y el cuello desde hace mucho tiempo y se colocan sentados frente a una pared. Detrás de ellos hay un muro. Más allá del muro un fuego encendido. Los hombres que mantienen el fuego proyectan figuras de varios tamaños y formas hacia la pared de la cueva. Los prisioneros piensan que las sombras que ven proyectadas en la pared son la realidad porque es lo único que pueden ver.
Uno de los hombres consigue liberarse de las cadenas y sale al exterior de la cueva. El sol le ciega los ojos, le crea incomodidad, pero poco poco se va acostumbrando. Descubre que la realidad es la del exterior y no las sombras de la cueva.
Desde mi punto de vista, la cueva o caverna representa nuestra zona de confort. En ella almacenamos creencias, patrones, pensamientos…en definitiva, nuestra idea del mundo, de los demás y de nosotros mismos. Cuando optamos por una actitud rígida ante nuestras ideas, más pequeña se va haciendo, nos vamos acomodando.
Encontramos un sitio donde sentarnos. Nos levantamos cada vez menos, con lo que van floreciendo cadenas (invisibles) que nos mantienen atados/as al asiento.
Poco a poco vamos perdiendo perspectiva. Creemos que solo podemos mirar hacia un punto fijo (la pared). Insistimos tanto en esa pared que van apareciendo figuras (síntomas y pensamientos de la ansiedad) que nos distraen de lo que ocurre a nuestro alrededor. Nos obsesionamos queriendo encontrar nuevas formas o características a las mismas figuras que se repiten una y otra vez.
No sabes qué habrá detrás del muro, aún así decides cruzarlo
Hasta que un día, te das cuenta de que esa forma de vivir no es para ti. Tus deseos son más fuertes que las cadenas que te atan. Puede que te queden marcas o cicatrices en el cuerpo del tiempo que llevas en esa posición, pero con mucho amor decides curártelas. No sabes qué habrá detrás del muro, aún así decides cruzarlo.
El sol te deslumbra, te resulta incómoda toda la variedad que encuentras fuera. Al principio vas con más cuidado, quizás lento o mejor dicho, paciente. Hasta que llega el día en el que puedes ver con claridad. Disfrutas del sol y de todo lo que encuentras a tu paso. Miras hacia atrás con la confianza de reconocer, que lo que viviste dentro de aquella cueva era tan solo una ilusión, por eso ya no le temes.
Pueden aparecer de nuevo sombras con diferente disfraz, pero sabes de qué se trata, dejas de engancharte. Has encontrado tu camino y sigues caminando.
Te animo a interpretar esta alegoría con total libertad. Recuerda que tan solo tú caminas en tus zapatos. Lo importante es que recuerdes que muchas veces los miedos e ilusiones son tan sólo sombras, y no realidades. Quizás, saliendo de la cueva de las ilusiones, descubras que la realidad no es tan temible como pensabas.