¿Por qué queremos salvar a los demás?
Estamos acostumbrados a resolver situaciones, saber lo que los demás necesitan hacer para ser felices, encontrar recetas y curas para los problemas de los demás, estar ahí disponibles para lo que se les ofrezca, y sobre todo, pasar el día completo preocupándonos por si “¿estará bien? Y si le pasa algo?”.
Quizás muchos de ustedes digan “está hablando de mi”, pero… estoy hablando por todos ustedes. Todos los que padecemos de ansiedad (y digo padecemos, porque dentro de mi también existe esta necesidad de salvar a los demás) tenemos esta creencia o etiqueta autoimpuesta de “salvador”.
Como les digo en terapia, pareciera que nuestra presentación es “hola, soy Fabiola y estoy al servicio de la comunidad”, que nos hemos identificado con la Madre Teresa de Calculta y somos cada uno La Madre Teresa de nuestra familia.
Si te encuentras en el extremo de ver más por los demás que por ti mismo, y esto te está generando ansiedad, aquí te van algunas recomendaciones.
¿Amas por amor? ¿ o por temor?
Los basados en el amor son todos esos que tienen que ver con dar por el simple hecho de que tu corazón así te lo pide, son momentos de inspiración que nada tienen que ver con cubrir alguna necesidad del otro, tienen que ver con compartir el amor que llevas dentro.
Los basados en el temor son todos esos que haces para proteger al otro de sufrir, para evitarle un mal rato, para no sentirte culpable si algo malo le pasa.
Empieza a cubrir tus propias necesidades
Aunque no sepas cuáles son, empieza por lo básico. Darte chance de consentirte, darte un baño largo y tranquilo, irte a comprar algo que se te antoje o necesites, descansar las horas necesarias, hacer lo que quieres aunque el otro parezca necesitar de ti.
Da la ayuda que te pidan, más no la que tú creas que necesitan
Si te piden un favor, tú puedes ver y analizar qué tanto realmente necesita de ti para lograrlo, o si solamente es una necesidad de esa persona de tenerte cerca, de controlarte o de seguir la relación de codependencia.
Si ese favor va en contra de alguna prioridad tuya, busca la manera de negociar para hacerlo en otro momento, o para que alguien más (amigo o familiar), lo pueda ayudar.
Deja de querer ayudar sin que te lo pidan, o de creer que tu sabes lo que el otro necesita todo el tiempo. Mejor pregúntale en qué le puedes ayudar, pero no quieras adivinar y cubrir toda necesidad que tú crees que tiene.
Enseña a pescar, en lugar de darle el pescado
Esta frase ya es famosa pero tiene mucha sabiduría. Si realmente quieres ayudar a otra persona, permítele ser digno y aprender a ayudarse a sí mismo. Confía en que tiene las capacidades y herramientas necesarias para ayudarse a sí mismo, y mejor tú enséñale a pescar, en lugar de darle el pescado cocinado y masticadito en la boca.
Enfrenta el miedo
El miedo que te da de que pueda sucederle algo malo, de que se lastime o inclusive llegue a la muerte. Necesitas ayudarlo desde lo que tú puedes pero no puedes salvarle la vida, y menos si esa persona no se deja ser ayudada.
Reconoce las ventajas que te da
El ayudar a todo mundo, querer salvarle la vida a alguien o estar ahí al servicio de las necesidades de comunidad da muchas ventajas que difícilmente reconocemos.
Nos hace sentir útiles, valiosos e importantes, que servimos de algo, que nuestra vida tiene un propósito, que ganaremos medalla de oro cuando lleguemos al cielo, que los demás nos aplaudan por nuestro gran corazón, que nos sentimos seguros por creer que tenemos el “control” de lo que sucede con la otra persona.
Nos da la ventaja de estar tranquilos pues mas vale que por nosotros mismos los demás estén bien, a que les pase algo malo.
Canaliza tu capacidad de amar
Estoy segura que en el fondo lo que sientes es mucho amor por las demás personas, sobre todo por esa persona en especial que quieres salvar.
Pero la mejor manera de amar a alguien más, es permitiéndole enfrentar las consecuencias de sus actos, madurar, crecer, ser responsable de sí mismo.
Cuando tu te amas a ti mismo y ves por tu mayor bien, la única consecuencia es que ayudarás a los demás, pues les compartirás de lo que tú ya tienes.
¿Cómo puedes compartir tu amor, si tu no te amas a ti mismo primero?
Así es que puedes demostrarles tu amor con más calidad, en pequeños momentos o con grandes detalles, pero no necesitas estar ahí las 24 horas del día a su disposición, pendiente de todo lo que se pueda ofrecer.
Ayudar a los demás es algo positivo cuando nace del amor, pero puede ser perjudicial para ti y para quien ayudas si nace del temor, del miedo, de la duda o de la inseguridad.
Revisa desde dónde ayudas, y empieza por amarte a ti mismo, para entonces sí poder amar a los demás como se lo merecen; de manera digna y respetuosa.