Ansiedad Generalizada
Es muy común que a lo largo de nuestras vidas experimentemos ansiedad en distintos grados y formas, pues los síntomas son muy diversos. Por ejemplo, es común que se manifieste mediante preocupación, nerviosismo o inquietud por lo que pueda ocurrir en el futuro.
Existen varios tipos de ansiedad, entre ellos el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), el trastorno de pánico (TP), la fobia social, la agorafobia, o las fobias específicas.
Los diferentes tipos de ansiedad pueden existir aislados o combinados entre sí, es decir, puedes tener ataques de pánico y a la vez hipocondría o fobias. Más adelante te vamos a compartir los síntomas asociados a cada tipo de ansiedad, para que puedas tener un vistazo general.
También es importante que sepas que todas las personas manifestamos miedo y ansiedad en cierta medida, dependiendo de las situaciones que estemos viviendo en nuestra vida. Sin embargo, si algo ya te está impidiendo disfrutar de la vida y realizar tus actividades normales, entonces estás en el momento adecuado para pedir ayuda y encontrar el diagnóstico correcto para saber por dónde empezar.
Si bien es importante conocer los tipos de ansiedad, te recordamos que los diagnósticos sólo los pueden realizar los profesionales. Por lo que te recomendamos acudir con algún especialista de salud mental si presentas alguno de los síntomas.
A lo largo de varias décadas se han estudiado las manifestaciones de la ansiedad con la intención de comprenderlas para así conocer la mejor manera de abordarlas y proporcionar una buena calidad de vida a las personas.
Se han propuesto varias clasificaciones. La más reciente surge de la versión actualizada del DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales), y es la que te presentaremos a continuación:
Consiste en una preocupación persistente y excesiva por varias áreas de la vida: te preocupas constantemente por tu familia, tu salud, tu carrera, tu economía; tienes la impresión de que siempre está a punto de pasarte algo malo, aunque no sepas realmente cuál es el problema, y, constantemente se te revuelve el estómago al pensar en estos asuntos. Imaginas los peores escenarios, y eso te genera que vivas como si ya estuviera pasando eso que te preocupa.
Por ejemplo:
La preocupación en su mayoría es sobre aspectos del futuro, pero igualmente puede ser por algo que ocurrió en el pasado.
Las fobias son un tipo de ansiedad que se crea por una sensación de amenaza. Pueden desencadenarse por cualquier cosa: la oscuridad, las alturas, los animales, etc.
La diferencia entre los miedos y las fobias radica en que los primeros suelen estar relacionados con el daño físico, mientras que las fobias tienen raíces más psicológicas que no siempre suponen algún peligro, pero siguen provocando síntomas angustiosos.
Un miedo nace a partir de que te sientes amenazado, en peligro. Pero esos miedos normalmente viven sólo dentro de tu cabeza. Están fundamentados en creencias y suposiciones irreales donde magnificas el riesgo. Y pueden ser a partir de algo que te sucedió o que viste que le ha sucedido a otros.
El miedo nace del temor, y el temor es una emoción para sobrevivir ante lo que realmente amenaza contra tu supervivencia. Sin embargo, actualmente tenemos miedos que no son una amenaza, pero evitamos a toda costa que sucedan.
Por otro lado, las fobias son un miedo intenso generado por experiencias traumáticas o simplemente por evitar por mucho tiempo aquello que empezó como un temor.
La fobia no te permite acercarte o tan siquiera imaginarte que eso pueda suceder, pues inmediatamente surgen las sensaciones extrañas y desagradables en tu cuerpo.
La fobia es totalmente específica a ese objeto o evento, es decir, no se manifiesta en otro donde aquello no esté presente, a diferencia del miedo, que puede experimentarse en diferentes situaciones relacionadas o no.
Por ejemplo, existe el miedo a la soledad, a la oscuridad o la inseguridad, y la fobia a las jeringas, a la sangre, a las arañas, a los lugares cerrados, a las alturas, a manejar.
Si bien la ansiedad por la actuación no aparece como tal en el DSM-5, sigue siendo común e importante, pues hace referencia a la sensación de nerviosismo y presión que puede conducir a una disminución del rendimiento.
Este tipo de ansiedad suele estar causado por el miedo a no ser capaz de cumplir las expectativas, así como por la falta de confianza en las propias capacidades.
Se produce cuando alguien siente que está sometido a demasiada presión o escrutinio mientras realiza una actividad, como dar un discurso importante o jugar al baloncesto con los amigos en casa en lugar de verlo en la televisión, por ejemplo.
La ansiedad de ejecución lleva a las personas a creer que sus pensamientos no pueden expresarse sólo con palabras porque les causa mucho estrés y malestar.
En este tipo de ansiedad te quedas paralizado siempre que tienes que hacer un examen, actuar o hacer algo delante de otras personas, como competir en alguna prueba deportiva.
También puede desencadenarse cuando se trata de hablar en público, pues los nervios aumentan cuando estás frente a un grupo de personas. De los pensamientos más habituales que puedes tener están los siguientes: “Todos se van a dar cuenta de que estoy nervioso”, “se me quedará la mente en blanco y haré el ridículo”, “les voy a caer mal”. Son estos pensamientos distorsionados los que en muchas ocasiones detonan nuestra ansiedad: los que emiten juicios acerca de tu desempeño y te hacen creer que no podrás hablar de manera adecuada. Estos mismos pensamientos pueden presentarse también en otras situaciones en donde te puedes sentir evaluado, como una prueba de natación, una presentación de baile, al defender tu tesis frente a un jurado, por mencionar algunos ejemplos, y te hacen poner en tela de juicio tu desempeño.
La ansiedad social hace que se te dificulte acercarte a otras personas, especialmente a las del sexo opuesto. Te origina un bloqueo que te impide decir lo que piensas y expresar tus sentimientos a personas en las que casi no confías. Crees que es mejor pasar desapercibido que llamar la atención, pero en el fondo sí quisieras que los demás voltearan a verte de vez en cuando.
La ansiedad social hace referencia a ese miedo a que los demás te miren, juzguen tu comportamiento o se burlen de ti.
Para algunas personas esto puede ser un síntoma muy debilitante porque les hace evitar situaciones sociales por miedo a tener un ataque de pánico y avergonzarse ante los demás.
Con este tipo de ansiedad te sientes nervioso y apurado en las reuniones sociales porque constantemente tienes pensamientos del tipo: “Todo el mundo parece encantador y relajado, pero yo no tengo nada interesante que decir”, ”lo más probable es que se den cuenta de lo tímido que soy y de lo fuera de lugar que me siento”, ”seguramente piensan que soy una especie de tipo raro o de fracasado”, “soy el único que se siente así, ¿qué me pasa?”.
Sientes ataques de pánico repentinos, terribles, incluso parece que aparecieran sin más y te atacaran de manera inesperada, como un rayo. En los ataques te sientes mareado, el corazón te palpita con fuerza, tienes hormigueos en los dedos, sensación de que te volverás loco o perderás el control. Quizás pienses cosas como: “Debo estar teniendo un ataque al corazón”, “¿y si me desmayo o me muero?”, “¡no puedo respirar! ¿y si me ahogo?”.
Intentas aferrarte a la vida, por lo que quizás salgas corriendo a la sala de emergencias del hospital más cercano. Al poco rato la sensación de pánico desaparece de la misma manera tan misteriosa como llegó, pero te quedas con una sensación extraña, desconcertado, asustado y hasta humillado. Te preguntas ¿qué pasó y cuándo volverá a suceder?, pero sobre todo, "¿qué está sucediendo conmigo?".
Los médicos te dicen que te encuentras perfecto de salud, que necesitas aprender a relajarte y quizás te receten algún medicamento... Pero el miedo sigue ahí, la inquietud y sensación de extrañeza no se va.
Así son los famosos ataques de pánico: una oleada repentina de miedo intenso que suele estar marcada por una serie de síntomas físicos, como palpitaciones o dolor en el pecho. El ataque también puede ir acompañado de sentimientos de desprendimiento de uno mismo, aturdimiento y náuseas.
Un ataque de pánico dura aproximadamente 10 minutos. En algunos casos, los mismos dejan secuelas de malestar o sensaciones incómodas por horas o hasta días, así como también el miedo persistente de que éste se repita.
El primer paso para afrontar este tipo de ataque es identificar los propios desencadenantes: ¿Qué tipo de situación te hace experimentar ataques de pánico? ¿Qué estabas haciendo en el momento que se originó? Y a partir de ahí, intenta analizar y escuchar a tu cuerpo para saber afrontarlo la próxima vez.
La agorafobia es otra de las manifestaciones de la ansiedad, la cual se caracteriza por un miedo intenso e irracional a los espacios públicos, al aire libre o espacios cerrados y a las multitudes. Pero este miedo en sí no es al lugar, sino a la sensación de que no se podrá escapar o en su defecto ser ayudado si le ocurre algo malo. Según informes proporcionados por el DSM-5, cada año se diagnostica agorafobia a 1.7 % de la población, siendo más frecuente en las mujeres.
La agorafobia se manifiesta de muchas formas diferentes: puede ser un simple caso de ataques de pánico cuando se está en la calle que luego se convierte en una agorafobia en toda regla, sin poder conducir o caminar por una acera concurrida porque provocaría una intensa ansiedad. Las personas que la padecen sólo se aventuran a salir de casa si están acompañadas por otra persona, y a veces no salen de casa en absoluto durante largos periodos.
Las personas con agorafobia también suelen decir que se sienten observados y que experimentan altos niveles de estrés cuando viajan, incluso en el transporte público.
En otras palabras, te da miedo estar fuera de tu casa porque piensas que te puede pasar algo terrible y que no habrá nadie que pueda ayudarte. Prefieres quedarte en la seguridad de tu casa donde no te enfrentarás a todas esas probabilidades tan terribles que pueden suceder afuera.
Cuando tienes miedo de quedarte sin tu pareja porque va a irse de viaje, o de quedarte solo en tu casa pues tus seres queridos se irán a trabajar, estamos hablando de la ansiedad por separación.
Este tipo de ansiedad está permeada por un miedo desmedido a quedarnos sin una persona a la que consideramos muy importante, a la que nos sentimos muy apegados. Ese miedo a perderlo es tan presente e intenso, pues esta persona representa una fuente importante de protección.
La ansiedad en los niños se caracteriza por un sentimiento elevado de preocupación o miedo que puede ser provocado por diferentes tipos de desencadenantes, incluido un cambio de rutina.
Desde el día en que nacen, muchos bebés se sienten ansiosos ante cambios como el baño, el cambio de pañales o que les pongan a llorar después de comer. Y aunque estas experiencias pueden parecer a veces una molestia, la ansiedad en los niños no es siempre algo malo: les enseña a enfrentarse a cosas nuevas, lo que les hace crecer más fuertes. También ayuda a protegerlos contra los problemas de salud mental que se les puedan presentar más adelante, cuando las preocupaciones se descontrolan y conducen excesivamente sobre su rendimiento en la escuela, por ejemplo.
La ansiedad en los niños se diferencia de los adolescentes por los tipos de desencadenantes y la forma en que se manifiesta. Por ejemplo, los niños pueden manifestar la ansiedad a través de síntomas físicos como dolores de estómago o de cabeza, mientras que los adolescentes son más propensos a experimentar síntomas psicológicos como la depresión.
En los niños puede desencadenarse por distintas cuestiones, un cambio de rutina, por ejemplo, pero en el caso de los adolescentes su preocupación por las situaciones sociales (es decir, sentirse con ansiedad al conocer gente nueva) suele preceder a cualquier otro tipo de preocupación que tengan en su lista (como el colegio).
De forma más puntual, en los niños se suelen presentar dos tipos de ansiedad con mayor frecuencia: la ansiedad por separación y el mutismo selectivo. La primera hace referencia a ese malestar intenso o miedo desmedido que puede presentar tu hijo cuando lo dejas en la escuela por primera vez y rompe en llanto pues no quiere separarse de ti, y esta escena se repite de forma continua en los siguientes días que acudes a dejarlo. Tu pequeño tiene miedo de alejarse de ti e ingresar a este nuevo entorno que no conoce, pues además tiene miedo de perderte.
En cambio, en el mutismo selectivo el niño decide no hablar con ninguna persona o sólo con familiares específicos. Este tipo de ansiedad suele desencadenarse después de haber vivido un suceso con mucha carga emocional, en donde se sintió en mucho peligro y no supo qué hacer con esa situación que estaba viviendo.
Por otro lado, la ansiedad en los adolescentes tiende a manifestarse de otras formas. La adolescencia es una etapa de transición entre la infancia que ha quedado atrás y la juventud que se avecina. Al ser una etapa puente va a ser normal que los cambios sean constantes a lo largo de los años. Tu hijo adolescente va a necesitar encontrar un grupo de amigos con los cuales se pueda sentir identificado. Va a experimentar cambios emocionales y va a necesitar probar con sus gustos e intereses para definir y consolidar su identidad.
También en la adolescencia se van a experimentar duelos de los que pocas veces se habla, por ejemplo, ya que hay una pérdida de la identidad que él o ella conoció cuando era niño. Ya no es el pequeño que se relacionaba con más frecuencia con su familia, sino el que está a punto de ingresar a nuevos grupos sociales en donde la forma de relacionarse también será diferente a la que conoció cuando era pequeño. De igual manera se experimenta una pérdida de la imagen materna y paterna que tuvo cuando era niño. Ahora probablemente se sumarán nuevas obligaciones y expectativas por parte de ambos progenitores, lo que conlleva también una nueva forma de relacionarse con ellos.
Entonces, en medio de los cambios que te he mencionado arriba, la ansiedad en los adolescentes tienden a estar muy relacionada con ellos. Puede aparecer la ansiedad social, pues al cambiar de escuela y de círculos sociales, con la aparición de sus respectivas normas y demandas, el adolescente que ha dejado la primaria podrá probablemente sentirse extraño en este nuevo mundo que no conoce.
De los pensamientos más habituales que puede llegar a tener es que no encaja con los compañeros de la escuela, que no es bueno para los deportes o actividades extra escolares o que sus compañeros no lo aceptan, lo que tendrá como consecuencia una tendencia a aislarse o permanecer más en casa por sentirse más seguro allí.
También los ataques de pánico pueden comenzar a aparecer y a distinguirse con más facilidad que en los niños. Los ataques de pánico en la adolescencia son más claros, pues en la infancia pueden mezclarse con síntomas corporales como dolores de estómago o de cabeza. Pero en el adolescente, los ataques de pánico pueden aparecer en situaciones donde él se sienta en peligro, como una forma de protegerse para evitar ir hacia ese lugar en donde se siente desprotegido. Además, los ataques de pánico pueden presentarse en situaciones específicas en donde su rendimiento académico o deportivo esté siendo evaluado, por ejemplo en presentaciones escolares, en juegos deportivos, en competencias o concursos.
Lo relevante en torno a la ansiedad en la adolescencia es que hay una preocupación constante en cuanto a los cambios que se experimentan. Surge la necesidad de pertenecer a un grupo, de ser aceptado y validado por personas externas a su familia, y con ello la confusión por no saber qué le ocurre, además de que puede sentirse poco comprendido por los adultos que le rodean.
Recuerda que en la adolescencia es natural dudar de las reglas y de las obligaciones que como adultos consideramos normales, pues de alguna forma están buscando generar su propia identidad y una forma es cuestionar lo que se les ha dicho y asignado desde pequeños. Esto mismo puede abrir una grieta entre padres e hijos, pues mientras los primeros consideran normal las actividades como ir al trabajo y cumplir con todas las obligaciones, los segundos quieren permanecer más tiempo frente a la computadora o con su videojuego preferido antes que realizar la tarea.
Si te fijas, todos estos tipos de ansiedad tienen en común la preocupación obsesiva sobre algún tema en específico, ya sea morir, enfermar, que algo terrible pase si no haces cierta cosa, que te ataque la serpiente, etcétera.
Vives obsesionado y toda tu atención se va a aquello que temes. Y con ello estamos reafirmado que es mejor mantenernos alejados o quitar de nuestra vida eso que tememos.
También tienen en común que todos ellos son un intento por tener el control absoluto de lo que sucede. Esto surge, probablemente, a partir de que hemos aprendido a estar siempre alertas en nuestra vida y a activar todos nuestros sentidos para protegernos, pues el ambiente exterior puede parecer una constante amenaza.
Es por eso que cualquier trastorno de ansiedad es consecuencia de vivir con altos niveles de estrés por mucho tiempo y de desapegarnos constantemente de la realidad, en la cual el hecho es que seguimos vivos y que nada terrible nos ha sucedido (y no es porque hayamos evitado exponernos a aquello que tememos, ¿ok? Es porque aquello que tememos vive sólo en nuestra mente y no en la realidad).
Los tipos de ansiedad son muchísimos, por eso a veces puede resultarnos abrumador controlar o disminuir los síntomas sin ayuda profesional, lo cual en ocasiones nos llega a dificultar que llevemos una vida plena.
Los tipos también pueden variar en cuanto a su gravedad, afectando la forma en que nos percibimos a nosotros mismos o cómo nos comportamos en determinadas situaciones.
Debido a esto, la terapia cognitivo conductual, junto con la meditación plena, pueden ser el mejor aliado para reconocer y disminuir los síntomas que tengas según tu tipo de ansiedad, ya que estos métodos han demostrado tener los mejores resultados.
Busca más información en nuestra página web y en todas nuestras redes sociales, donde podrás encontrar cómo manejar tus preocupaciones de tal manera que desaparezcan de tu mente y te permitan vivir tu vida en paz, porque sí es posible una vida en donde los miedos desmedidos disminuyan y puedas sentirte mucho mejor.
Pero antes de despedirnos, queremos recordarte que toda la información que aquí te compartimos no sustituyen lo que es una terapia psicológica o un diagnóstico. Por lo que te invitamos a buscar ayuda profesional para encontrar la guía adecuada.
Colaboradores: Anel de León, María Milagros.