Ansiedad Generalizada
Cuando las personas están ansiosas, su corazón puede latir más rápido de lo normal, por eso no es extraño que la taquicardia por ansiedad sea algo común. Esto es la taquicardia y es uno de los síntomas más comunes de la ansiedad. La buena noticia es que hay muchas formas de regular el ritmo cardíaco durante en momentos de ansiedad. En este post hablaremos de cómo se produce la taquicardia en primer lugar y repasaremos algunos de los mejores métodos para comprenderla y lidiar con ella para que no tengas que preocuparte por un terrible ataque de pánico.
La taquicardia es el ritmo cardíaco anormalmente rápido que puede ser causado por una variedad de factores, incluyendo la ansiedad.
El término taquicardia viene de la palabra griega "tachos" que significa "rápido". Cuando el corazón late a un ritmo rápido, tiene que trabajar más y, por lo tanto, utilizar más oxígeno; esto puede hacer que te sientas sin aliento o mareado.
Una manera en la que entendemos a la taquicardia dentro de la comunidad de Desansiedad, es como si fuera el llamado de un “mini mí”, o un “mini tú”, que está dentro de tu corazón, tocando desesperadamente con su mano la pared del corazón, para ver si así te haces caso y te volteas a ver.
Metafóricamente hablando, la taquicardia es un llamado de ti para ti, que intenta decirte “bájale a tu ritmo”, “contacta contigo”, “escúchate”, “siéntete”, “deja de temer”.
Cuando pasas demasiado tiempo mandando esta señal a tu corazón, llega el punto en el que sin razón aparente, aunque no haya peligro o señales de tu cerebro, sientes cómo se acelera y empieza la taquicardia.
Una de las preguntas más frecuentes en la comunidad es por qué en ocasiones nos despertamos con el corazón acelerado. La respuesta más probable es que se deba a un sueño. Quizás te suene extraño, pero los terrores nocturnos también son muy comunes y tienen relación con la taquicardia.
Cuando tenemos una pesadilla o cualquier tipo de mal sueño nuestro corazón se acelera como si estuviéramos huyendo de alguien que nos persigue. Esto provoca lo que se llama "excitación del sueño", que puede conducir a ataques de pánico cuando nos despertamos con el corazón acelerado.
Es muy importante que no te juzgues a ti mismo con severidad por estos episodios, ya que ocurren de forma inconsciente, como cualquier otro tipo de sueño del que no recuerdas nada, por lo que no hay realmente ninguna forma de controlarlos.
Los terrores nocturnos son también síntoma de la ansiedad que afecta a niños y adultos, y de igual forma son comunes en quienes sufren estrés postraumático.
Es importante que las personas que padecen terrores nocturnos sepan que sólo se trata de un mal sueño y nada más. No hay ningún peligro o amenaza real presente, sólo ese episodio de sueños aterradores.
Y ten siempre presente que estos ataques al despertar suelen durar unos quince minutos antes de remitir por sí solos, así que no te asustes cuando ocurra, poco a poco irá pasando.
El estrés es una de las causas más comunes, ya que libera unas sustancias químicas llamadas catecolaminas que pueden desencadenar la taquicardia.
Cuando nos enfrentamos ante alguna situación estresante activamos nuestro sistema neuroendocrino, es decir, la estructura de nuestro cerebro que se encarga de segregar las famosas “hormonas del estrés”.
En primer momento, el sistema nervioso simpático (aquel que prepara nuestra respuesta de lucha) estimula la liberación de catecolaminas desde la médula suprarrenal. Enseguida entra en acción el hipotálamo, que es una estructura fundamental de nuestro cerebro que se encarga, entre otras cosas, de liberar corticotropina, la cual corre a través de nuestro torrente sanguíneo y activa nuestra corteza cerebral, la cual a su vez libera cortisol y otras sustancias estresoras, como los andrógenos.
La reacción fisiológica que podemos experimentar a raíz de toda esta activación y combinación de sustancias se manifiesta en el aumento de nuestra frecuencia cardíaca y respiratoria, de nuestra fuerza muscular, de la sudoración corporal y la relajación de la vejiga, por mencionar algunos de los efectos corporales.
Si escuchas bien a tu cuerpo, seguro has experimentado alguno de estos efectos a raíz del estrés y la tensión, por ejemplo, al realizar algún deporte, antes de alguna presentación de trabajo, escolar o de algún evento importante. Siempre recuerda que estas reacciones son completamente normales.
Primero, ves o piensas algo que te estresa, así que tu hipotálamo (el encargado de regular tus emociones) responde mandando la señal a tu sistema nervioso simpático (el cual activa todo tu cuerpo para hacerle frente a los peligros y poder sobrevivir) y, casi inmediatamente, segregas sustancias que le mandan el mensaje a tu corazón de que lata más rápido.
Tu corazón se activará cuando le mandes la señal, sea o no real la amenaza. Así es que la próxima vez que te empieces a sentir tenso por algo, pregúntate si eso realmente atenta contra tu vida o es algo de esta experiencia humana que realmente no sería el fin del mundo si sucede.
Es importante aprender a escuchar las señales de nuestro cuerpo cuando esto ocurre debido a la ansiedad, para así aprender a lidiar con las emociones que se generan, teniendo en cuenta que, aunque la activación de tu cuerpo sea muy intensa, no habrá consecuencias catastróficas.
También recuerda que es probable que experimentes sensaciones similares cuando estés haciendo ejercicio, pero esto no necesariamente se debe a la ansiedad, sino a una respuesta normal de nuestro cuerpo ante la activación corporal. Y aprender a lidiar con el miedo que nos puede generar dicha activación, será fundamental para lograr un estado de bienestar y tranquilidad.
La relación entre las emociones y el cuerpo es innegable. Somos seres complejos que se componen de diversos elementos que nos dan vida e identidad.
Particularmente, la relación entre el corazón y las emociones se ha romantizado tanto en la creencia popular que incluso lo utilizamos casi siempre que tenemos alguna separación afectivo/amorosa: “tengo roto el corazón”. Y esto se ha empezado a demostrar desde hace ya más de un siglo, pues en el año 1871, el científico Da Costa habló sobre la estrecha relación que tienen las emociones y el corazón en un estudio llamado “Sobre el corazón irritable”.
Pero volviendo al tema principal, cuando sentimos ansiedad la taquicardia es uno de los síntomas principales. Esta sensación de que el corazón nos late demasiado rápido puede llegar a provocarnos miedo y preocupación, e incluso puede llevarnos al pensamiento de que podemos morir como consecuencia de un paro cardiaco.
La realidad es que el corazón sano está diseñado para realizar movimientos de aceleración y desaceleración constantes. Por ejemplo, imagínate cuando realizas una pequeña carrera: entre muchos otros procesos, nuestros latidos se intensifican con el objetivo de bombear más sangre y oxigenar mejor nuestro cuerpo, preparándolo para ese movimiento físico tan intenso.
Ahora imagina que sales a dar un paseo y un perro comienza a ladrarte de forma agresiva: probablemente sentirás miedo, y esto enviará una señal a tu cuerpo, por lo que el corazón comenzará a latir con demasiada intensidad, tu respiración se sentirá entrecortada un momento y después empezarás a sentir agitado, sudarás y te prepararás para huir o luchar, porque esos ladridos los estás percibiendo como un peligro.
Con la ansiedad sucede algo similar. La diferencia es que el peligro puede no ser un perro o un ladrón, ni siquiera algo tangible o real, sino que puede detonarse a partir de pensamientos e ideas que constantemente se hacen presentes en nuestro día a día. Debido a esto, el miedo permea nuestra percepción de la realidad y por eso nos sentimos en constante alerta, así que le mandamos la señal al cuerpo de peligro y se hace presente ese mecanismo fisiológico que hace que, entre otros eventos, nuestro corazón lata con demasiada intensidad.
Aunque en ocasiones tengamos muy presente esas sensaciones en el pecho de dolor, piquetes, punzadas y agitación, la taquicardia no es dañina cuando nuestro sistema está fuerte y sano.
Para sentirte más tranquilo, puedes realizar algún chequeo rutinario con un cardiólogo o con tu médico de cabecera. Y aunque sea difícil al principio, si tu chequeo resulta exitoso, es necesario aceptar y procesar que la sensación en sí no te causará ningún daño ni es una señal de alarma sobre alguna enfermedad mayor.
Sabemos que realmente no es sencillo entender que no nos sucederá nada, ya que cuando estamos bajo una constante alerta y vigilando nuestro cuerpo de manera exhaustiva sobre las sensaciones corporales que nos genera la ansiedad, puede resultar tortuoso.
La ansiedad nos genera un condicionamiento sobre los pensamientos que nos hará creer que en algún momento podemos morir de alguna manera. Y es importante saber comprender estos pensamientos para aprender que existen otras formas de vivir esas sensaciones corporales.
Siempre ten en cuenta que gran parte de la información que encontraremos en Internet puede ser un tanto alarmista, pues al ser de carácter médico, gran parte de los resultados de esa búsqueda pueden hacerte sentir en peligro real. Por ello es importante que una vez que consultemos a nuestro médico, iniciemos un proceso terapéutico para ayudarnos a entender esas señales de miedo intenso que experimentamos.
Si hay posibilidades de que tu taquicardia esté inducida por la ansiedad, ayudaría a tu cuerpo recibir tratamiento profesional de un terapeuta para descubrir cuál es el origen de todo lo que está pasando y así encontrar formas de tratar tu ansiedad para que los ataques, y con ello todos los síntomas, poco a poco empiecen a disminuir.
Recuerda que el tratamiento de la ansiedad evita más problemas de salud potenciales en el futuro, como la hipertensión arterial o el ictus causado por la inflamación de las paredes de las arterias debido a las frecuentes contracciones musculares durante los episodios de taquicardia inducida por ataques de ansiedad.
Lo más importante de este tipo de afecciones relacionadas con el estrés y la ansiedad es aprender a escuchar tu cuerpo para que los síntomas cada vez sean menos.
Cuando sientas que tu corazón empieza a acelerarse, lo más importante es que analices el miedo y que realmente desmientas la idea en tu cabeza de que te puede dar un ataque al corazón o de que te vas a morir.
Sabemos que eso es lo que piensas porque es lógico pensarlo. Pero no es verdad, no va a suceder. Es importante que sientas ese corazón latiendo rápido, que hagas un alto sin importar lo que estés haciendo y te conectes con tu respiración y tu corazón.
Verás que poco a poco empieza a disminuir…
Es importante que hagas todo lo posible por regresar tu cuerpo a su equilibrio y tu mente a su quietud.
Que hagas un cambio en tu vida para que tu corazón deje de recibir la señal de alarma, peligro o cuidado, y puedas reconectar con la seguridad y con la paz que sí existe a tu alrededor.
Es necesario que aprendas a relajarte y le enseñes a tu cuerpo a hacerlo. Puedes practicar meditación, yoga, o simplemente sentarte a respirar y bajarle el ritmo a tu estilo de vida.
Aprende a respirar correctamente, llenando tanto tus pulmones como tu estómago de oxígeno. Haz altos continuamente hasta que llegue el día en que respires con conciencia y profundidad.
Las extrasístoles son latidos cardíacos prematuros que se originan en los ventrículos del corazón, que normalmente están controlados por un impulso eléctrico generado en una región de la base del cerebro. Cuando las extrasístoles se producen esporádicamente, pueden ser inofensivas y no requerir tratamiento. Sin embargo, si persisten durante un tiempo prolongado, hay que buscar atención médica inmediatamente para descartar cualquier causa subyacente.
Las extrasístoles se relacionan con la ansiedad porque son una manifestación de la frecuencia cardíaca elevada, que es uno de los síntomas más comunes.
¿Son peligrosos los extrasístoles?
En condiciones normales el cuerpo tiende a generar extrasístoles ocasionalmente. En un corazón sano no debería representar ningún riesgo, pues prácticamente todas las personas experimentamos esta reacción a lo largo de nuestra vida y no representan peligro alguno en situaciones adecuadas.
La sensación puede generar malestar ya que se producen pensamientos obsesivos alrededor de ella, lo que nos lleva a relacionarlo inmediatamente con la idea de tener alguna anormalidad que nos llevará a un paro cardiaco. A pesar de que podemos sentirlos como “pequeños brincos”, “paradas repentinas” o una sensación de “vacío”, carecen de relevancia clínica significativa. Sin embargo, sin ningún conocimiento médico podemos realizar interpretaciones guiadas por la angustia y la preocupación.
En estos casos lo ideal sería no generar una alarma excesiva y, posteriormente, si no nos hemos realizado algún estudio médico, acudir con un especialista para descartar alguna situación en nuestro sistema cardiovascular. Si los exámenes indican niveles adecuados, te sugerimos reducir la interpretación negativa que atribuyes a esta sensación. Si bien no es sencillo, es probable que un tratamiento terapéutico te sea de mucho apoyo.
Según un estudio publicado en 2013 por médicos de un hospital en Granada, España, en una muestra de 40 pacientes estudiados no se presentó una relación significativa entre depresión o ansiedad con el desarrollo de hipertensión arterial. Si bien algunos pacientes presentaban ambas condiciones, no se encontró evidencia concluyente de que la ansiedad o la depresión sean detonantes en el desarrollo de la hipertensión.
Sin embargo, es importante mencionar que el estrés en condiciones elevadas y recurrentes puede llevar a aumentar nuestra presión arterial. Y una presión arterial elevada recurrente implica una probabilidad mayor de padecer hipertensión arterial como condición.
Para evitar esto, los médicos recomiendan llevar un estilo de vida saludable, alimentarse adecuadamente y realizar ejercicio físico de manera regular, así como el apoyo de una terapia psicológica, ya que estos factores son de suma importancia para proteger nuestra salud y evitar aumentos en nuestra presión.
La respuesta a esta pregunta es un poco complicada, pero intentaremos aclararla.
Existen dos conexiones potenciales entre la ansiedad y la hipertensión:
La primera es que algunas personas con mal manejo de la ansiedad pueden tener un mayor riesgo de padecer hipertensión que las que no padecen esta enfermedad, aunque esta asociación no parece aplicarse universalmente a todas las personas que pasan por crisis de ansiedad. Como se mencionó anteriormente, no se puede asegurar con toda certeza una relación intrínseca y reglamentaria entres estas dos condiciones.
La segunda posibilidad se da entre los pacientes de las unidades de cuidados intensivos (UCI). Donde, gracias a un estudio, los investigadores descubrieron que las tasas de enfermedades cardiovasculares eran significativamente menores entre los supervivientes sin síntomas de estrés postraumático en comparación con los que sí presentaban este tipo de alteración. Esto sugiere que los sucesos traumáticos pueden causar niveles excesivos de cortisol de forma crónica en los pacientes de las UCI y provocar problemas cardiovasculares como la hipertensión. Además, una acumulación de pruebas de diferentes estudios indica que la exposición al trauma aumenta el riesgo de desarrollar hipertensión.
Por eso decimos que es un poco complicado. Si bien no es definitivo que por tener ansiedad se desarrollen enfermedades cardiovasculares, sí puede influir y volvernos más propenso. Ahí es donde radica la importancia de saber escuchar a nuestro cuerpo y aprender a cuidarlo.
Ya conoces un poco más sobre esta condición médica en la que el ritmo cardiaco se acelera y se vuelve irregular y cómo es que la taquicardia y los cambios en la presión arterial se asocian con frecuencia a la ansiedad.
Ahora es momento de escuchar atentamente lo que tu “mini mí” o tu niño interior está intentando decirte y así saber cuál es la respuesta que necesitas para vivir con mayor paz y tranquilidad.
Pregúntate qué situaciones necesitas resolver y hacia dónde llevar tu vida y verás que haciendo los cambios necesarios, la taquicardia irá disminuyendo.
Si quieres saber cómo afectan estos temas a la gente en su día a día, te invitamos a visitar los demás artículos que encontrarás en nuestra página.
Antes de despedirnos, queremos recordarte que toda la información que aquí te compartimos no sustituyen lo que es una terapia psicológica o un diagnóstico. Por lo que te invitamos a buscar ayuda profesional para encontrar la guía adecuada.
Colaboradores: Iván Franco y Pablo Aparicio.