Cuando un niño está atravesando un berrinche, en la superficie lo que vemos son gritos, llanto, la intención de luchar para defender su juguete o más tiempo de juego, pero debajo de todo esto hay muchas emociones sucediendo como miedo, frustración, ira, etc. Y también puede haber sobrecarga sensorial y cansancio.
Cuando el niño se encuentra en este estado la parte de su cerebro que se encarga de razonar, gestionar las emociones y buscar soluciones adecuadas digamos que está “en pausa” y la zona emocional está al mando de la situación. A este estado se le conoce como desregulación. Antes de que vuelva a razonar y pueda reflexionar necesita entrar en calma y bajar su frecuencia cardiaca y respiratoria. Hasta que esto suceda, saldrá de la pausa su parte racional y entonces sí estará listo para entender razones, adaptarse a lo que es y seguir adelante.
Si al escucharlo llorar nosotros también entramos en desregulación, entonces podríamos ser agresivos tratando de que el berrinche termine rápido. Esto lleva a decir amenazas, críticas, juicios, comparaciones e incluso hasta castigos físicos. Todo esto hace que las emociones, que son la causa original del berrinche, se activen aún más.
En algunos casos parece que funciona porque el berrinche se corta en ese momento, pero dejan al niño cargado, predispuesto a la irritabilidad y copiando estrategias agresivas de sus adultos.
Cuando cedemos frente a los berrinches del niño aprenderá que éstos lo mantienen a salvo o le ayudan a lograr sus objetivos. Por ejemplo: “si lloro ya no me llevan a la escuela” o “si lloro lo suficiente, me compran lo que quiero.” Y pues ninguna de estas dos es útil a mediano y largo plazo ¿verdad? Es mejor hacer algo diferente.
Como ves la estrategia no es pedir que deje de llorar y gritar, sino una invitación a regresar a la calma. Y la mejor manera de llevarlos a ese lugar es siendo tu esa calma, actúandola delante de ellos. Afortunadamente aprender a calmarse es una habilidad que se puede enseñar. En el curso de Nidos, te compartimos estrategias y herramientas para ayudar a tu hijo a entrenar cómo tranquilizarse y regresar a la calma.
Espero que esta información te sea de utilidad y que te quedes la idea de que en los berrinches más que calmarlos a ellos nos toca calmarnos a nosotros mismos.